El reciente corte de agua que afectó a varias alcaldías de la capital del país mostró cómo durante los pasados cinco siglos tan vital recurso lo han manejado pésimamente los gobernantes y lo malgasta parte de la población. Cuando llegaron los conquistadores a la cuenca de México, se asombraron ante la belleza de la Gran Tenochtitlan. Por el manejo tan sabio que sus habitantes hacían del agua, que les servía para comunicarse por la ciudad, enclavada en una zona lacustre. Por la forma de cultivar sobre ella con el sistema de chinampas, que sobrevive, pese a todo.
Pero los conquistadores llegaron a destruir lo que consideraron atrasado y pagano. Y con la espada y la cruz sentaron las bases de su dominio colonial. Y si a los indios había que someterlos, también a la naturaleza. El agua era otro enemigo, un obstáculo. Y la mejor manera de vencerlo era sacándolo de la cuenca rumbo al mar para evitar las inundaciones que sufrían periódicamente al destruir el sistema hidráulico indígena. Construyeron entonces el Tajo de Nochistongo. Y sobre lo que eran lagos y zonas pantanosas, extendieron la que Humboldt llamó Ciudad de los Palacios. El régimen colonial, los que vinieron después, y hasta nuestros días, continuaron la política de expandir la urbe sobre la zona lacustre, pantanosa y las reservas naturales o agrícolas.
Como la capital del país crecía y era urgente sacar de ella las aguas negras y las de la lluvia, en 1900 el gobierno porfirista construyó una magna obra de ingeniería y progreso: el gran canal del desagüe, solución a los daños que ocasionaban las inundaciones. No fue así. Hoy vemos cómo el problema creado por malas decisiones técnicas y políticas tienen al corazón administrativo, político, cultural y financiero de la nación ante un grave problema: la falta de ese vital elemento, que se extiende a los estados que conforman la cuenca: los de México, Morelos, Hidalgo, Tlaxcala y Puebla. Esa crisis tiene graves consecuencias para más de 25 millones de habitantes.
Para dotarlos de agua, se extrae del manto freático cada día a mayor profundidad y de menor calidad o se trae de las cuencas Lerma y Cutzamala, a un alto costo y causando en ambas severos daños sociales, económicos y ambientales. Como el manto freático no se recarga y se construye sobre los lechos de arcilla de los antiguos lagos, Ciudad de México se hunde año con año y en diverso grado. En ciertas partes del oriente, hasta un metro lo que expone a la gente y a la infraestructura pública y privada a los efectos nocivos de los sismos. En otro absurdo, el agua cristalina de los 45 ríos que tenía la ciudad no se utiliza, se mezcla con las aguas negras de la metrópoli. Y en el colmo: se entubaron 43 para sobre ellos construir avenidas que permitan la circulación de miles de vehículos. Se eliminó así una fuente de humedad, además de su belleza. Y en cuanto a los manantiales, están sobrexplotados, como los de Xochimilco y áreas cercanas.
Sigamos con los absurdos: no se capta el agua de lluvia para recargar el acuífero o acumularla en la cuenca. Como cada vez llueve más intensamente, abundan las inundaciones por doquier. Para evitar que la urbe termine convertida en una laguna, un drenaje obsoleto capta parte del líquido que en el verano traen los huracanes y tormentas. Y, al parejo que las residuales que generan hogares, comercios, industria y servicios, se intenta sacarlo de la cuenca por medio de obras faraónicas construidas por empresas consentidas de los funcionarios. Como ocurrió en el sexenio pasado y que ya mostraron no ser las que terminarían con el problema para siempre, como tantas veces prometieron el ex presidente Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto cuando era gobernador del estado de México.
En tanto Ciudad de México se hunde cada vez más por la sobrexplotación del acuífero, cuando millones de habitantes no tienen agua suficiente y de buena calidad en sus hogares y otros miles la desperdician; mientras se incrementan los problemas de ingeniería para traerla del Cutzamala, sigue ausente el enfoque global de las instancias oficiales y legislativas que evite el colapso que desde hace años anuncian los especialistas. A ello me referiré el próximo lunes.