Aeropuerto en Texcoco cancela posibilidad de agua suficiente

Miriam Posada García

09/30/2018

La construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), obra que lleva poco menos de un tercio de avance, cancelará a los habitantes de la región la posibilidad de tener agua suficiente, ampliar el uso de energías renovables y preservar el medio ambiente.

Jorge Ponce Amezcua, arquitecto y experto en la historia y futuro hídrico de México, afirma que la zona donde hoy se edifica el NAIM –Texcoco, estado de México– necesita un plan maestro que abarque todo lo relacionado con el manejo de agua, energía, residuos, transporte y áreas salvaguardadas, pero no protegidas sólo de nombre.

La vocación de Texcoco es ser lago y la prioridad de la Ciudad de México debería ser tener agua. Por ello, una de las preguntas en la consulta con que se pretende decidir el futuro del NAIM debería ser: ¿Prefieres tener aeropuerto o agua?, plantea.

El primer punto del plan maestro sería la no construcción del NAIM sobre un lago desecado de manera artificial. Al edificarlo, autoridades y políticos cancelarían a los habitantes la posibilidad de tener agua suficiente, sin necesidad de traerla de otra parte; poner en marcha una mejor manera de vivir con energías renovables y preservar el medio ambiente, el entorno que nadie ve, aseveró.

En la construcción del NAIM y en el mantenimiento de pistas del aeropuerto actual se han devastado 180 cerros de tezontle, arena, cenizas, lo que sea, y con ello los ecosistemas y microecosistemas que existían ahí. Se acabó el cerro que daba sombra a un pueblo, el que le daba ventilación a otro. El problema de las pistas es uno de los más graves y seguirá siendo, porque se ha dicho hasta el cansancio que el suelo es inadecuado.

Con la autoridad que le da –entre otras cosas– el conocimiento detallado de la historia del agua en la cuenca de Anáhuac, donde Nezahualcóyotl, grande entre los grandes, edificó el primer sistema de diques de regulación de cinco de los ocho lagos que la conformaban, el especialista aseguró sin titubeos: Es tiempo de retractarse y no hacer el aeropuerto en Texcoco, porque una comunidad puede no tener muchas cosas, pero no le puede faltar agua.

Señaló que la insistencia en construirlo en Texcoco cancela la posibilidad de crear un gran sistema de manejo de agua para la región, que incluye, además de Texcoco, Tláhuac, Chalco, Xaltocan, Zumpango, Xochimilco y lago de México, que fue donde se fundó la gran Tenochtitlán. Aunque parezca que ya no existe, ahí está, y cualquier día nos pega un susto.

Con la edificación del NAIM no habrá reservorios para almacenar agua, se perderían miles de hectáreas de lecho lacustre, la producción de alimentos y líneas de transporte anfibio que conecten puntos complicados por tierra, pero no por agua, como Chalco con Tlalnepantla. También se pondrá fin a la posibilidad de generar energía, pero sobre todo la de tener agua, enfatizó.

Calificó de aberración insistir en la construcción del aeropuerto en un terreno cuya vocación es otra, pese a que se sabe que las cosas van a salir mal. Criticó que intereses políticos y económicos se antepongan, en vez de evitar un desastre.

Expuso que desde que Hernán Cortés destruyó el dique de Texcoco para usar las piedras en sus catapultas y derrocar a los mexicas, comenzaron las inundaciones en México. De ahí en adelante, apuntó, la tendencia fue desecar la zona.

Cortés fundó la ciudad en Coyoacán, porque era tierra firme. Desde ahí controló el tráfico general de Veracruz a Michoacán, y hacia las tierras bajas, hasta Acapulco, pero no reconstruyó el dique de Texcoco, comentó.

Por los años 1600 Enrico Martínez, a quien muchos ubican porque tiene una calle en la colonia Centro pero era ingeniero y cosmógrafo del rey, construyó el primer túnel de Huehuetoca y el Tajo Nochixtongo y Huehuetoca para desaguar los lagos hacia Tula. Después Porfirio Díaz construyó el Dren General del Valle y desde 1970 se ha edificado el drenaje profundo en varias etapas, siempre con el fin de deshacerse del agua.

En resumen, México es el único lugar del mundo que tiene ocho lagos en una cuenca y se dedica a deshidratarlos, a llevar a la ciudad agua de fuentes lejanas y desaprovechar sus recursos, al extremo de que en la cuenca de Anáhuac llueve tres veces lo que se consume, pero no se capta agua de lluvia, dijo el arquitecto.

Aseguró que aunque el suelo de Texcoco sea malo para la construcción de una obra enorme, se puede hacer la ingeniería, pero a qué costo. No el financiero, sino el ambiental, porque éste es enorme.

Ponce apuntó que la devastación ambiental ocasionada por 180 minas no es fácilmente remediable. ¿Quién pagará esos pasivos?

Con base en la experiencia, dijo, los huecos que quedaron en lugar de los cerros devastados seguramente se van a rellenar con basura, con los riesgos que ello conlleva.

Criticó que dentro de todos los factores y variables que se han estudiado para el aeropuerto, el del medio ambiente parece no habérsele dado la importancia que tiene, que no es cosmética. Estos factores son generalmente desdeñados cuando el objetivo principal resulta ser una inversión focalizada y no una para beneficio regional.

El plan maestro que propone Jorge Ponce para la cuenca de Anáhuac es respuesta al desbalance bestial que significa que 25 por ciento de la población del país viva en menos de uno por ciento del territorio nacional, es decir, en la Ciudad de México.

La propuesta incluye la creación de núcleos verdes –lo que técnicamente se denomina capacidad distribuida– en todas las zonas aprovechables de la urbe, que serían parte del sistema de manejo ambiental, agua, energía y residuos.

En 2025 se cumplirán 700 años de la fundación de la gran Tenochtitlán y, sugirió, sería magnífico que se conmemorara con la instalación de un sistema de reciclaje de agua a lo largo de los antiguos acueductos, como el que va de Mixquic a Chapultepec, que enviaría agua tratada de calidad a Xochimilco y generaría energía, o el de Santa Fe a Chapultepec.

Otro homenaje para la fundación de la ciudad podría ser inaugurar la primera etapa de rehidratación de Texcoco, no como laguna de regulación, sino con agua siempre. Ponce dijo que esos proyectos se pagan solos. Son mejor negocio que cualquier construcción destinada a la especulación inmobiliaria.

Destacó que quienes nacieron después de los años 70 ya no vivieron las enormes tolvaneras que se generaban por la deshidratación intencional de Texcoco y del lago Nabor Carrillo, la salinidad y un serio conflicto de fecalismo. Un verdadero problema de salud pública. Con la edificación del NAICM los problemas no se acabarán, sino serán otros.

Esos proyectos son resultado del trabajo que Jorge Ponce lleva a cabo en el Laboratorio de Urbanismo y Planeación Ambiental (LUPA), fundado por él, y están en espera de que ciudadanos y gobernantes tomen conciencia de la importancia de la preservación ambiental, pero también de financiamiento.

Entre sus propuestas está convertir Viaducto en planta de generación de energía y tratamiento de agua, o hacer en la Central de Abasto de la Ciudad de México una megaplanta solar para generar electricidad para ese gran centro de comercio y parte de la zona urbana, ya que la urbe importa 99 por ciento de su energía, pese a que podría ser generadora y reducir su dependencia en todos los aspectos.

Destacó que los argumentos para construir el NAIM en Texcoco llevan muchas falacias, como la del empleo. ¿Para qué queremos hordas de limpiavidrios? Lo que se necesitan son empleos decentes, y mientras haya construcción no importa de qué.

Más falacia, dijo, es la de los costos, que Texcoco es el único lugar posible en el mundo para edificar un aeropuerto, que es necesario desecarlo junto con el Nabor Carrillo, o que construir en un lago es igual que edificar en el mar, como hicieron en Hong Kong. La diferencia es palmaria.

La edificación en la Ciudad de México genera 2 mil toneladas de desechos al día, que podrían reciclarse en las mismas obras, y LUPA tiene una propuesta para ello, al igual que para la pepena.

Con todas esas ideas y las que ha desarrollado en el desierto con la construcción de oasis artificiales, el manejo de agua para la subcuenca de Tizayuca, un centro de permacultura en Guanajuanto, la reconversión del taller diésel del ferrocarril de San Luis Potosí que funciona con agua de lluvia y luz solar y el propio plan de restauración ambiental de la Ciudad de México y su región, Jorge Ponce insistió en que la consulta para decidir si se construye o no el NAIM en Texcoco debe incluir la pregunta: ¿quieres agua o aeropuerto?