Economía moral. Sin información adecuada, se presenta una estrategia de reactivación económica que individualiza el conflicto entre trabajar y cuidar la salud

Julio Boltvinik

05/15/2020

Si prevalece en la entidad federativa en la cual vivimos la decisión del Consejo de Salubridad General del 12 de mayo, cuyo contenido fue plasmado en el Acuerdo del Secretario de Salud, publicado el 14 de mayo en el Diario Oficial de la Federación, es decir, si el gobierno estatal no dispone algo diferente (en Puebla el gobernador ya anunció que no reabrirá actividades), a partir del 1° de junio si el semáforo de nuestra ‘región’ (concepto indefinido hasta ahora) marca amarillo o verde, se reanudará la actividad en todas las empresas, y si marca verde también en escuelas y universidades. En esas circunstancias, seguir en cuarentena (el ‘quédate en casa’) será voluntario, por lo cual caeremos en abandono de empleo o deserción escolar si no nos presentamos en nuestro lugar de actividad. La contradicción entre trabajar/estudiar y evitar el Covid-19 habrá pasado de lo colectivo o público al ámbito privado. Si a pesar de las medidas de reordenación de los espacios y procesos que en su lugar de actividad hubiesen sido implementadas en acatamiento a lo estipulado en el artículo segundo del acuerdo mencionado, usted piensa que no hay información adecuada en la región donde habita para reactivar la economía y que, por tanto, es muy riesgoso para usted reanudar su vida cotidiana, tendrá que asumir las consecuencias. Si se disciplina y vuelve a su lugar de actividad, tendrá que asumir el riesgo de contagiarse y contagiar a su familia.

Dejo de lado el dato (sin sentido) de los 269 municipios en los que no ha habido casos y que se abren a partir del próximo lunes 18 de mayo. Es obvio que no hay información alguna para afirmar tal ausencia de casos. Uno de los aspectos centrales de la nueva normalidad anunciada ayer por diversos miembros del gobierno federal, es que en la etapa 3, a partir del 1° de junio, la reactivación de actividades será diferencial en función de un semáforo de 4 colores y categorías (rojo: máximo de alerta sanitaria), naranja (alto), amarillo (intermedio) y verde (cotidiano). López-Gatell anunció el 13 de mayo que habrá monitoreo semanal en cada región. Supongamos que son 32 regiones. Salta a la vista el problema de cómo pasar de un sistema de información de muy baja confiabilidad a nivel nacional a 32 sistemas de información confiables a nivel regional. Ni en el Power Point utilizado por la secretaria de Economía para presentar La nueva normalidad, ni en la conferencia vespertina de López-Gatell, se mencionó como parte de la estrategia aumentar el número de pruebas del coronavirus, pero para lograr 32 sistemas con datos confiables, en los cuales basar una decisión tan seria como decirle a la gente sal de casa, tendrían que multiplicarse las pruebas por 50 o más veces para tener así información desagregada confiable. En los más de dos meses transcurridos desde el inicio de la pandemia en México sólo se han aplicado mil 100 pruebas por cada millón de habitantes, contra 52 mil 780 en España, 46 mil 430 en Italia y 31 mil 300 en Estados Unidos. Véase el cuadro que también muestra que la tasa de letalidad de México es más alta que la de España y 3.75 veces más alta que la de Turquía, lo que refleja la subestimación de casos en México. Actualizo la gráfica de la semana pasada con datos hasta el 13 de mayo. Ahí se aprecia que la tasa de letalidad está aumentando (era 9.6 por ciento y subió a 10.5 por ciento), lo que muestra que la subestimación de casos está creciendo. Todo lo anterior indica que la decisión gubernamental de reactivar la economía se ha tomado (casi) a ciegas, exponiendo a la población a contagios y a la pérdida de la vida. Otra observación: en La nueva normalidad, en el acuerdo publicado y en la conferencia de López-Gatell, se refieren sólo a los espacios laborales y públicos y se ordena la elaboración de protocolos sanitarios en ellos y la readecuación de espacios y procesos productivos. Pero se olvidaron del transporte público que es, muy probablemente, el espacio de mayor riesgo de contagio. ¿No piensan reglamentarlo o fue un lapsus freudiano?