Urge resolver los dilemas éticos de la relación Humanidad-Ambiente

José Sarukhán

02/07/2019

•    El cambio climático y la pérdida de biodiversidad son los más graves problemas ambientales, dijo José Sarukhán, investigador emérito del Instituto de Ecología, exrector de la UNAM y coordinador de la Conabio

La relación entre la humanidad y el ambiente enfrenta dilemas éticos que urge solucionar “y no tenemos siglos como los filósofos griegos clásicos, el lapso para resolverlos es de unas pocas décadas”, advirtió José Sarukhán Kermez, investigador emérito del Instituto de Ecología (IE) y exrector de la UNAM.

Como sociedad, estamos ante la necesidad de generar un nuevo comportamiento con el entorno biológico y físico del planeta, pues entre los problemas ambientales los más graves son el cambio climático global y la pérdida de la biodiversidad, planteó el también coordinador de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).

En el auditorio Alfonso Caso del campus central, Sarukhán ofreció la conferencia magistral “Ética y ambiente”, dentro del ciclo Diálogos por la Bioética, que organiza el Programa Universitario de Bioética (PUB).

Tres dilemas éticos

El ecólogo y miembro de El Colegio Nacional señaló que hay tres dilemas éticos que deben ser considerados de forma integrada.

El primero es la responsabilidad hacia la naturaleza, pues todos hemos evolucionado en el contexto de ecosistemas, no de aislamiento. “Compartimos genes con todas las especies como productos de la evolución”.

El segundo es la responsabilidad hacia los congéneres humanos, los coetáneos y los de generaciones futuras. “Tenemos que considerarnos pertenecientes a una especie biológica, de la cual todas las generaciones forman parte; no podemos prescindir de este enfoque antropocéntrico en una visión holística de ética ambiental y humana”, explicó.

El tercer dilema es que ambas responsabilidades tienen que ubicarse en el contexto de nuestro comportamiento hacia la naturaleza para beneficio de nuestra especie. “El concepto de desarrollo sustentable alude a esta doble responsabilidad: respeta la integridad de los sistemas ecológicos para el bienestar de las generaciones presentes y futuras”.

Esto implica la necesidad de definir individual y socialmente el nivel de satisfactores y de bienestar que permite el mantenimiento de la matriz ambiental, y da lugar a mayor equidad social en el alcance de bienestar.

Niveles de bienestar y satisfactores

El exrector resaltó que los temas ambientales generan preguntas fundamentales acerca de qué es lo que valoramos como seres humanos, qué tipo de seres pretendemos ser, el tipo de vida que queremos, cuál consideramos que es nuestro lugar en la naturaleza y el tipo de mundo en que quisiéramos desarrollarnos.

Llamó a reflexionar sobre vivir con lo suficiente en términos materiales, y desarrollar valores espirituales e intelectuales que nos desarrollen como humanos.

Asimismo, consideró que el “dilema humano” reside en cómo transformar actitudes sociales que aspiran a un mejor estándar de confort, en aquéllas para lograr una vida digna, basada en logros personales y espirituales, y no en la acumulación de bienes materiales.

Posiblemente la única concepción que reúne relación de respeto y cuidado del entorno ambiental, con responsabilidad ética hacia otros miembros de nuestra especie, implica comportarnos como miembros de una especie biológica (Homo sapiens), porque somos producto del mismo proceso evolutivo que las demás especies, compartimos genes con las especies con las que cohabitamos y hemos generado la capacidad de alterar profundamente el contexto del proceso evolutivo”, subrayó.

El reto, consideró Sarukhán, es definir las bases filosóficas de esta concepción ética, traducirlas a un discurso social que sea convincente y aceptable a la mayoría de la gente, y hacerlo en pocas décadas.

Para reflexionar

Genéticamente, los seres humanos nos parecemos bastante a otros organismos vivos: 18 por ciento a las plantas; 26 por ciento a la levadura; 44 por ciento a la mosca de la fruta; 92 por ciento al ratón; y 98 por ciento al chimpancé.