Valorar es conservar…
En el epicentro de una cuenca que ha sido sobreexplotada al máximo pese a las advertencias y trabajo exhaustivo de grupos ambientalistas como CEDESA, El Charco del Ingenio, Cuerpos de Conservación, Caminos de agua, Vía Orgánica, El Maíz más Pequeño y ni se diga Salvemos el Río Laja —con más de 20 años restaurando suelos, reforestando y llevando a cabo acciones para el control de la erosión—, el proyecto Cuenca Sana-Comunidad Sana emerge como una bandera verde de esperanza. Este proyecto enlaza estrategias de salud, economía, producción sostenida y sustentable así como de supervivencia ante el cambio climático.
Aunque el cambio climático “ya nos alcanzó”, los responsables de este proyecto confían en que todavía estamos a tiempo para hacer ajustes. El esquema de Cuenca Sana-Comunidad Sana se plantea como una estrategia de transición. Según la ONU la humanidad cuenta con diez años para lograr esa transición. Otros más fatalistas opinan que son cinco. Lo que sí queda claro es que los grandes congresos sobre cambio climático palidecen ante el avance acelerado de lo impredecible. El planeta ya es otro. Rebasó todos los modelos matemáticos de cálculo y previsión. “No más juntas, no más cátedras, no más teorías. Es el momento de actuar haciendo camino”, advierte categórica Jalil Aragón, promotora socio-ambiental, una de las responsables de Cuenca Sana-Comunidad Sana.
El cambio climático se ha venido manifestando en períodos cada vez más prolongados de sequía y lluvias extremas. “Eso tiene un impacto directo en los suelos”, explica Agustín Madrigal, director de Salvemos el Río Laja y responsable también del proyecto. Por añadidura y como resultado de la contingencia sanitaria, la relación suelos-alimentación-salud-economía se ha convertido en un foco rojo. “Estamos abordando este tema y abriéndole los ojos a una población que forma parte de esta crisis colectiva. Tenemos que actuar en consecuencia.”
La filosofía pragmática detrás de Cuenca Sana-Comunidad Sana nos dice claramente que frente al cambio climático la producción agrícola doméstica y masiva no podrá sostenerse como lo ha venido haciendo. Si bien con la pandemia bajó el impacto de la “huella humana” en los espacios naturales, Agustín advierte que cuando “todo regrese a la supuesta normalidad la reacción será más feroz”. Todo lo que dejamos de hacer tendrá que retomarse pero “de manera más violenta”. De ahí que propuestas como la de Cuenca Sana-Comunidad Sana son una buena oportunidad para replantear y contextualizar los problemas de salud, productivos y económicos como adaptación al cambio climático. Y junto al cambio climático urge también un cambio de mentalidad. Éste es tan crucial como la tierra fértil para sembrar las semillas de la transformación.
“Sabíamos de este problema y no le hicimos caso”, se lamenta Agustín. “Estábamos demasiado cómodos. Perdimos suelo y cosechas y aún así no hicimos caso. Ya hay daños extremos pero sí creo que se puede revertir. ¿Cómo? Cosechando en algunas parcelas que estaban abandonadas. Eso es posible aún”. También es posible el saneamiento de árboles, desasolvar bordos, construir cercados para el control del ganado y permitir que en los montes crezcan plantas nativas que el paso del ganado afecta. Sin embargo, la tarea grande también compete a los gobiernos y a las empresas del estado. Sin su participación “no podremos tener la interacción profunda que se requiere.”
Una cuenca sana avanza y ya ha dejado su huella en el ejido Agustín González, predio Las Tinajas, del municipio de San Miguel de Allende. Ahí se llevaron a cabo acciones de conservación y restauración de suelo y agua para reestablecer las condiciones naturales de los hábitats que representan espacios para el desarrollo de la fauna silvestre, incluidas las aves tanto locales como migratorias. El predio de 70 hectáreas tiene una importancia biológica particular por lo que se plantaron más de 7 mil variedades entre plantas arbustivas, arbóreas, magueyes y cucharillas. Todo esto se logró mediante un diagnóstico ambiental y monitoreos de las condiciones del ecosistema. Es un ejemplo de las medidas de adaptación al cambio climático a través de un trabajo participativo con la comunidad que decide qué área restaurar. La confianza entre los técnicos de campo y los ejidatarios permite un trabajo de esta naturaleza.
Entre las acciones de regeneración se instalaron —en las zonas desprovistas de vegetación— barreras de piedra para retener suelo y disminuir la velocidad de los escurrimientos. Se implementaron zanjas trincheras para retener agua de lluvia y crear una red de captación de escurrimientos. Se instalaron represas de piedra que permiten la infiltración, retención de humedad y suelo. Así se contiene el agua por más tiempo para que existan pequeños abrevaderos para la fauna silvestre, aves y ganado de la comunidad. Igualmente se hicieron obras de contención de carcabas para evitar la erosión. Estas ayudan a disminuir la velocidad del escurrimiento hídrico e impiden la formación de nuevas carcavas que se forman por sobrepastoreo y senderos creados por animales y vehículos.
Todo lo que se infiltra en el suelo cumple con una función: se convierte en pasto y vegetación con muchas variedades de especies. Las zanjas se convierten en jardineras con diversos tipos de flora. La absorción del agua crea también presencia de organismos benificiando el ecosistema, la fauna y la densidad de aves locales y migratorias.
Según los responsables de Cuenca Sana-Comunidad Sana hay muy buena disposición por parte de los pobladores. Están convencidos de que el espacio restaurado no sólo sirve como estrategia de adaptación al cambio climático sino para la observación de aves dentro de un turismo de bajo impacto. Promover éste en otras comunidades es la meta.
¿Como se beneficia la comunidad en términos económicos? “Hay un pago justo por hacer este trabajo”, comenta Agustín. “Como es un terreno ejidal y la aceptación del proyecto pasa por la asamblea, quienes vivían del turismo ahora se encuentran aquí debido a la contingencia sanitaria. La Dirección de Medio Ambiente y Ecología del municipio apoya para que la comunidad sea recompensada cuando se compromete con el tema ambiental. Se vuelve conciente de lo que tienen.”
La información es poder y estas obras empoderan. Aquí se aprende lo que la educación no ofrece en las escuelas. Para Jalil Aragón, “es importante que las gentes de las ciudades sepan lo que ocurre en estas zonas rurales”. A lo que Agustín agrega: “No sólo se trata de restaurar y conservar sino de apreciar que en las comunidades también se mantienen las tradiciones, se mantiene la milpa y eso hay que respetarlo. Valorar es conservar.”